(CRN SEP 19 2022) Hoy recordamos los terremotos del 19 de septiembre; el M8.1 de 1985, y el M7.1 de 2017. Esta “coincidencia” ha creado una noción en la sociedad mexicana que asocia sus terremotos más fuertes y destructivos con el número 19.
En el Reporte Solar Sísmico y Volcánico (REPSOL) de la semana pasada, exploré ¡en vivo! con el auditorio las causas o detonantes que pudieron haber creado estos terremotos. Cabe señalar que vislumbré correctamente ambos terremotos de septiembre 2017. Habiendo tenido que defenderme públicamente tras los ataques asimétricos a mi persona, mi imagen, mis empresas, perpetrados por la UNAM, el IPN y el gobierno de México, demostré durante los dos años siguientes, con estudios en mano, que:
Durante la transmisión revisamos si hubo condiciones similares entre ambos eventos. En efecto, hubo condiciones en el clima espacial, en el Sol y sus efectos en la Tierra, así como alineaciones planetarias importantes que generaron ambos terremotos. De forma breve, les resumo ambos eventos.
TERREMOTOS DEL 19S 1985 2017 2049?
Clima Espacial (El Sol)* Kp 6 (G2) Kp6 (G2) -4d
Sizigia (Luna llena / nueva) LN +5d LN -0d
Alineaciones planetarias TLS, VmS
Diferencia en años 0 32 64?
*Incluye tormentas geomagnéticas, influencia por hoyos coronales, regiones activas y EMCs.
El terremoto del 19 de septiembre de 1985 fue uno de los peores desastres naturales más mortíferos en la historia del mundo. Ocurrió hoy hace 37 años, cuando a las 7:19 am hora local de la Ciudad de México millones de niños iban a la escuela, y demás adultos salían a trabajar.
El colosal evento tuvo una magnitud 8.1 en la escala Richter. Sacudió violentamente la zona de subducción frente a la costa oeste de México. El epicentro se localizó aproximadamente 10 km de la costa cerca de la ciudad de Zihuatanejo, Guerrero, pero del lado del estado de Michoacán.
Aunque hubo daños severos en las regiones costeras, el verdadero desastre ocurrió a 354 km de distancia en la Ciudad de México. Tan sólo quince minutos habían pasado y decenas de miles de personas en la capital yacían muertas. La economía mexicana quedó destrozada en los años venideros. Las noticias en cadena nacional de Estados Unidos anunciaron que la capital había desaparecido.

Hasta el día de hoy, nadie sabe realmente cuántas personas perecieron a consecuencia del terremoto. Esto se debe a una conspiración real y verificable en donde se manipuló, como siempre, a la opinión pública a través de los medios controlados por el estado mexicano. Las cifras oficiales del número de víctimas mortales varían entre 9 mil 500 y 35 mil. Según datos del USGS de los Estados Unidos, la “cifra oficial” habla de al menos 9 mil 500 personas que perdieron la vida, 30 mil que resultaron heridas y más de 100 mil personas que quedaron sin hogar. La cifra “oficial” del Gobierno de México es de 15 mil muertos. Hubo cientos de miles de desaparecidos. ¿Dónde están? ¿Por qué no se incluyeron en las cifras oficiales? La razón fue que muchas más personas murieron en la réplica de 7.6 dos días después con epicentro cerca de Zihuatanejo, Guerrero.
La razón de la diferencia en cifras se debe a que “los controladores”, quienes controla la información, y por lo tanto la percepción, saben que esto afecta el turismo y el comercio, así como las potenciales inversiones, además de intereses especiales que controlan el desarrollo urbano y financiero. Si la población supiera que otro terremoto podría devastar la ciudad, los precios de las propiedades bajarían dramáticamente.
Durante el terremoto del 85, la mayoría de las personas murieron en la Ciudad de México, donde 412 edificios de varios pisos se derrumbaron por completo y otros 3,124 sufrieron daños graves. incluyendo 13 hospitales. La mayoría de las estructuras destruidas tenían entre 8 y 18 pisos de altura.
¿Cómo puede un terremoto causar tanto daño a más de 350 km de su epicentro? Lo que sucedió hace 37 años en México es comparable a un temblor ocurrido a lo largo de la falla de San Andrés cerca de San Francisco que dejó a Bakersfield en ruinas. Para responder a esta pregunta, tenemos que retroceder en la historia casi 700 años. En 1325 los sanguinarios y paganos aztecas, una de las altas civilizaciones de Mesoamérica, fundaron su capital Tenochtitlan. La construyen en una isla artificial en un lago poco profundo en el altiplano central de México. Aunque la antigua capital se inundaba una y otra vez, los españoles no abandonaron el sitio que nombraron Lago de Texcoco, sino que lo ampliaron. Después de la independencia de México, el asentamiento se convirtió en la capital del país recién fundado.
Durante el siglo pasado, el lago fue completamente drenado para seguir construyendo y ampliando la mancha urbana. Al mismo tiempo, con la expansión de la capital, los mantos acuíferos profundos debajo de la capital fueron vaciados para darle agua a los habitantes y a la industria. Este fue el peor error cometido poniendo en riesgo la vida de millones de capitalinos.
El lecho de un lago en una cuenca, como el Valle de México, es uno de los peores lugares para construir un edificio. Mientras que la roca dura simplemente se sacude con la misma frecuencia y amplitud que las ondas sísmicas, los sedimentos no consolidados del antiguo lecho de un lago reaccionan de manera diferente: pueden amplificar el temblor y, lo que es peor, pueden perder su consistencia y convertirse en líquido. Este fenómeno se llama licuefacción. Esta causa una amplificación en la sacudida durante un terremoto, como cuando tomamos una gelatina y la sacudimos, esta se sigue moviendo después del movimiento inicial. A esto hay que agregarle la licuefacción que ocurrió cuando las ondas sísmicas distantes sacudieron el lecho del antiguo lago Texcoco debajo de la Ciudad de México. Similar en Bogotá y en otras partes del mundo, especialmente en las playas y costas de zonas blandas, los efectos de la licuefacción pueden ser devastadores como se ha visto en Chile, Ecuador, Indonesia y Japón.
Los daños colosales en la Ciudad de México fueron porque los edificios estaban mal cimentados o construidos con materiales de menor calidad para ahorrarle dinero a las constructoras en contubernio con las autoridades corruptas de la ciudad. AL momento del impacto sísmico, cientos de edificios perdieron su equilibrio y se derrumbaron.
Similarmente, el 19 de septiembre de 2017, mientras Carlos Valdés, el entonces director del Centro Nacional para Prevención de Desastres (CENAPRED), se encontraba en su departamento de lujo en Interlomas en lugar de estar en su puesto de trabajo, pegó el devastador terremoto M7.1 con epicentro en Puebla, y edificios relativamente nuevos se desplomaron en la capital. Habría que llamarlo a declarar al no prevenir este desastre. Lo mínimo sería quitarle el cúmulo de salario burocrático durante el sexenio de Peña Nieto y dárselo a los damnificados del terremoto que ahora se recuerda como el 19S.
Hoy, esperamos que no pegue otro. Hoy, habrá algunos efectos geomagnéticos por la actividad solar. El sistema tropical Madeline tiene el potencial de provocar un terremoto en México, de eso no hay duda. El riesgo existe. Pero, sinceramente, las condiciones son más propicias a que se dé un terremoto entre el 22 y 30 de septiembre por razón de la actividad solar, sus efectos en el Circuito Global Eléctrico, la ionósfera terrestre, y alineación entre el Sol, la Tierra y Júpiter en oposición el 25 y la Sizigia en fase de Luna Nueva el 24 respectivamente. Estos dos factores pueden generar terremotos +M8.0 en México u otras regiones en el mundo.